Página 7 - De Las Tinieblas a la Luz

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venderían; mi madre los recogía y nos los daba a comer. Muchas veces cuando
se disgustaba con nosotros, nos llamaba “ñervos”, queriéndonos decir que no
servíamos para nada.
¿Para qué estoy en este mundo?, me preguntaba, ¿para sufrir? Los abusos
sexuales, los golpes, tanto de parte de mi familia como de los vecinos, los
insultos y lo rechazos de los que me rodeaban, estuvieron siempre presentes.
Mi madre afirmaba que existían personas que habían nacido para sufrir y que
nosotras éramos de esas, pero yo no quería esa vida, yo deseaba algo distinto.
Pero… ¿cómo cambiar?, ¿qué era lo que debía hacer para cambiar mi vida?, ¿a
dónde voy?, ¿está la felicidad en el dinero?, ¿acaso está en el alcohol? ¿En el
sexo? En mi interior creía que la felicidad no existía y que la paz estaba en la
imaginación del hombre, hasta que me encontré con Jesucristo, el amigo de los
pecadores que tiene misericordia de ellos.
“Vino el Hijo del Hombre, que come y bebe, y dicen: He aquí un hombre
comilón, y bebedor de vino, amigo de publicanos y de pecadores. Pero la
sabiduría es justificada por sus hijos.” Mateo 11, 19
.
De la única manera que nuestra vida cambia es cuando nos encontramos con
Jesucristo; Él llegó en el momento exacto; su encuentro conmigo no se adelantó
ni se atrasó; Él fue puntual y me sacó del pozo hondo y oscuro donde había
caído, fue ahí cuando le encontré la verdadera razón a mi vida. Yo probé
muchas formas y cosas para tratar de salir de la miseria espiritual y material en
la que vivía; mi necesidad de ser amada y mi deseo de sentirme protegida, me
llevó a buscar en el sexo, pero allí no encontré la solución, encontré soledad y
angustia. Traté de librarme de la miseria económica que me perseguía, busqué
en la brujería, pero allí sólo encontré más miseria y dolor; pero cuando me
encontré con Jesús, ocurrió algo distinto: Hallé la razón por la cual estaba en
esta tierra, me lo dice la Palabra del Señor:
“Vino, pues, palabra de Jehová a mí, diciendo: Antes que te formase en el
vientre te conocí, y antes que nacieses te santifiqué, te di por profeta a las